miércoles, 27 de febrero de 2019

El nacimiento de una leyenda


Alejandro III de Macedonia, o mejor conocido como Alejandro Magno nació entre el 20 y 21 de julio de 356 A.C. Frutos del amor entre Olimpia y el rey de Macedonia, Filipo II. La noche en la que nació su madre visualizó relámpagos y por eso creía que su concepción era algo sobrenatural obra de Zeus (durante su niñez su madre le diría que era hijo de Zeus).

Desde pequeño estuvo en permanente contacto con la guerra ya que su padre quería que este se entrenara para así poder ser el sucesor del trono. En sus comienzos Alejandro no se destacaba por su fuerza sino por su valentía, pero esto a su padre no le gustaba y lo despreciaba tratándolo de inútil. Su madre, una figura más compresiva era el sostén emocional del pequeño aconsejándolo y alentándolo.

El primer suceso que anticipaba la grandeza de este hombre fue la “doma del Bucéfalo”; donde su padre se encontraba comprando armamento militar para la guerra; en ese momento se le presenta un caballo fenomenal, gigante y con un porte magnifico. El primer soldado que intenta domarlo no puede cayendo al suelo y así sucedidamente con 5 hombres más. Hasta que Alejandro, con 13 años decide tratar de domarlo, consiguiéndolo dejando a todos atónitos y demostrando su gran poder.

Otra gran preocupación de su padre era la educación de su hijo, por lo que dispuso como mentor/profesor al filósofo y matemático Aristóteles. Con él aprendió técnicas de supervivencias, ciencias naturales, medicina y la Obra de Homero la “Ilíada”. Con esta última Aristóteles le enseño los principios de amistad y fidelidad comparando a Aquiles y Patroclo con la amistad que tenía Alejandro y su amigo Efestión. Fue tan la influencia de Aristóteles en la vida de Magno que este mismo dijo: “Filipo me dio la vida, Aristóteles me enseñó a vivirla”.

A sus 16 años se enfrenta a su primera guerra entre los Atenianos y el ejército de su padre, macedonia. Esta se producía porque se estaba disputando el dominio de Delfos, que era un complejo religioso cuya región que lo domine tiene la supremacía del país. De esta manera Alejandro queda a cargo de la caballería macedónica y ejecuta un plan excelente que logra vencer las defensas Atenianas permitiendo ganar dicha guerra.

Luego de esto la figura de Alejando comenzaba a ser venerada y admirada por la población griega. Su padre, por lo contrario, estaba celoso de lo que su hijo despertaba en la gente; por lo que decide casarse con otra mujer y tener un hijo, así podría darle el trono a ese nuevo bebe. Su madre lo alerta sobre esta situación, Alejandro se pelea con su padre y se exilia con su madre.

Unos meses más tarde, un mensajero de parte de su padre se acerca hasta donde estaba Alejandro junto con su madre y le transmite el mensaje de su progenitor el cual decía que quería reconciliarse con él. Su madre, nuevamente, lo persuade diciéndole que no vaya ya que esto no lo hacía porque lo sintiera, sino para no perder el poder y la autoridad; Alejandro le hace caso y se queda.
Ilustración del asesinato de Filipo II según un guardaespaldas

Tuvo que pasar un año para que se reencuentren Magno y Filipo, en una cena donde había muchos invitados y el propósito era demostrar la unión de ambos. En un momento de dicha cena, un soldado del ejército de Filipo se le acerca apuñalándolo y matándolo en el instante1. En ese mismo instante Alejandro se convierte en el Rey de Macedonia y todas sus regiones conquistadas.

Cuando Atenas se entera de la muerte de Filipo, rápidamente decide reunir un ejército de regiones que se revelaban contra Macedonia para poder luchar y así derrotar a Alejandro. Este último decide atacar Tebas, primero de la manera diplomática, pero al ver que no tiene resultado decide atacarla. El resultado fue la muerte de más de 6000 ciudadanos de Tebas y la devastación de la región en manos de Alejandro.

De esta manera, Alejandro demostraba su ferocidad y poca compasión para dejar un claro mensaje a tanto enemigo como aliados. Se lo nombró, además dirigente de la Liga de Corinto y con este nombramiento comenzó a mirar hacia fuera, más precisamente a los enemigos primitivos de los griegos, los persas.